Ahora sí agradecí eso del celo, porque mis humanos me iban a dejar en la pensión mientras ellos se iban a la cueva del bosque, pero no sé por qué La que me da de comer dijo que ni loca me dejaba sin vigilancia entre tanto perro.
El caso es que encargaron a Bruno con la mamá de El que ya me pela y nos fuimos los cuatro al encuentro de Arak. Nunca había tenido tantas ganas de verlo, estaba ansiosa por llegar y jugar con él, pero mis humanos lo primero que hicieron al bajarnos de la lata con ruedas fue encerrarme en el jardín a piedra y lodo, lejos de él.
Creo que Arak también me extrañó mucho, porque no dejaba de asomarse y ladrar a través de la reja que divide su cueva de la mía. Él, que generalmente es un ejemplo de equilibrio y buen comportamiento, estaba desesperado por venir a jugar conmigo.
Al tercer día de estar ahí, las ganas de jugar con él se convirtieron en un deseo impetuoso de tenerlo cerca, ¿qué me estaba pasando? Era una sensación muy extraña, no podía pensar en otra cosa más que en él, en su aroma… Qué desesperante estar tan cerca, pero al mismo tiempo tan separados.
Mis humanos salieron de la cueva y me quedé solita en el jardín, cuando de repente vi que Arak estaba brincándose a la otra cueva vecina y después de recorrer toda la reja encontró un pequeño agujero por el que no sé cómo logró entrar a nuestro jardín, ¡por fin juntos!
Corrimos mucho, él me perseguía de un lado a otro y yo de repente me paraba para dejar que me oliera. Así estuvimos un rato hasta que de repente él se montó en mí. Ya otros perros (incluido Bruno) habían intentado jugar igual, pero nunca los había dejado. Pero ahora sí me dieron ganas de hacerlo, sobre todo con Arak, mi adorado Arak.
Así estuvimos un rato. Jugábamos, descansábamos, seguíamos jugando… Hasta que llegaron mis humanos y vieron que Arak se había escabullido a nuestro jardín. La que me da de comer entró en shock. A El que ya me pela le dio mucha risa. El Cachorro me arrojó una pelota.
Arak fue expulsado de la casa y yo me quedé triste y sola en el jardín mientras mis humanos hablaban de embarazos y cachorros y no sé que más cosas. Al poco rato, Arak se acercó de nuevo a la reja que nos separaba y juntamos nuestras naricitas a través de los fríos agujeros de metal.
Ahora sí lo extraño más que nunca, cómo quisiera que también fuera nuestro vecino en la cueva tropical….